Every day, newspaper front pages carry headlines about injustice, disasters, conflicts, inequity, war and refugees. Updates on the progress made towards achieving the Sustainable Development Goals tend to be an issue for somewhere around page 12, or even the next day’s edition. The value of good land administration appears to be even further towards the back of people’s minds. For most citizens and decision-makers worldwide, cadastres and registries are associated with words like ’boring’ and ‘bureaucracy’. But is there momentum for change?
(By Kees de Zeeuw, Kadaster International, The Netherlands)
I sense change. People are starting to analyse and better understand how things are interlinked in society. Short-term problems (our newspaper headlines) relate to mid-term solutions (Sustainable Development Goals) and long-term developments (land administration). They should now be brought into sync, making land rights for the world a conditional factor in global, national and regional development. Is something new happening in land administration? Is there momentum for change?
I believe there is – and that’s not only because of my optimistic nature! It is also being underlined by upcoming initiatives. The United Nations is recognising the importance of good land administration and management by putting the issue on the agenda. The final declaration of the UN-GGIM High Level Forum in Addis Ababa is a major step in this respect, and is commendable to read. National governments and civil communities are launching initiatives to recognise land rights for all and registering these rights both top-down and bottom-up – from Togo to Mozambique and from Cuba to Indonesia. Donor organisations and countries in the north are also taking action by relating trade and aid to people’s land rights. And let’s not forget the private sector. The Open Geospatial Consortium (OGC) has set up a domain group on land administration and new (and young) entrepreneurs are entering the arena, spotting business opportunities in land administration. This means that it’s time to act. Land rights should be recognised and registered and used in a proper way. There’s no time to lose and no money to waste.
We have a very good starting point, since much has been achieved already. The present availability technology and data is a great help. Satellite imagery, GPS and a world connected by the internet open up new opportunities that were unimaginable just a few decades ago. Standards like the Land Administration Domain Model (LADM) are helping to jump-start new initiatives and are connecting top-down and bottom-up projects together. Not only that, but the necessary knowledge and experience is in place too. The Voluntary Guidelines on the Responsible Governance of Tenure of Land, Fisheries and Forests (VGGT) and the recently published Guiding Principles on Fit-For-Purpose Land Administration allow for well-designed systems with respect to the legal, spatial and institutional framework.
This means we are being challenged to live up to society’s expectations. And yes, there are still important issues to overcome. There is a clear need for more capacity and best practices to inspire one another. Political awareness, financing and leadership are ongoing points of concern, so there should be no loss of momentum or focus. And let me add the issue of inclusiveness. It is all about land rights for all: not only for the chosen few, not only for the elite, not only for the rich, but for everyone.
"I want to believe (quiero creer)", se leía en un póster colgado en el despacho del agente del FBI Fox Mulder, protagonista de la serie de televisión Expediente X. En la imagen, un platillo volante ligeramente difuminado alentaba la fe sin destruir del todo el misterio. La metáfora es muy apropiada para describir la actitud humana en la búsqueda de indicios alienígenas. Una señal borrosa, una carencia de explicación y echamos a volar la imaginación. Queremos creer, aunque Dana Scully, la compañera escéptica de Mulder, trate de hacernos ver que existen otras opciones más razonables.
Durante las últimas dos noches, el Allen Telescope Array (ATA) ha orientado sus antenas de radio en la dirección de la estrella HD 164595, un astro parecido al Sol a 94 años luz de la Tierra. El ATA es una red de 42 telescopios construida en el observatorio astronómico de Hat Creek, en California, gestionada por el Instituto SETI, una institución dedicada a la búsqueda de inteligencia extraterrestre. Su intención era confirmar o descartar la existencia de una extraña señal detectada más de un año antes por otro radiotelescopio, el RATAN-600, en Zelenchukskaya (Rusia), en la parte norte del Cáucaso.
Una señal de radio de 1977 continúa siendo la mejor candidata a tener origen en una civilización extraterrestre
Si se leen las noticias que conciernen a esa señal en los medios de comunicación, los Mulder de esta historia, parece que nos encontramos en la antesala de un contacto entre civilizaciones. Algunos han comparado ya esta anomalía con la señal Wow, una transmisión captada el 15 de agosto de 1977 por otro radiotelescopio asociado al SETI y que se considera la señal con más probabilidades de tener origen alienígena hasta la fecha. Por el momento, alrededor de HD 164595 solo se ha identificado un planeta. Tiene el tamaño de Neptuno y orbita muy cerca de su sol, haciendo improbable que albergue vida, pero podrían existir otros mundos cercanos y más acogedores aún sin descubrir.
En el papel de Scully, aunque ellos también quieren creer, han quedado los científicos del propio SETI. Seth Shostak, principal astrónomo de la entidad, ya ha dicho que en los próximos veinte años encontraremos vida extraterrestre, pero, aunque le duela decirlo, no cree probable que esta sea la ocasión. En una carta publicada en su web, reconoce que “las probabilidades de que esta sea realmente una señal de extraterrestres no es demasiado prometedora” y añade que los propios descubridores “dudan de que hayan encontrado a ET”. No obstante, dada la importancia de la cuestión, desde la tarde del 28 de agosto han dirigido sus telescopios en la dirección de HD 164595. De momento, no han visto rastro de la señal.
Uno de los aspectos más heterodoxos de esta historia es que la observación se produjo en mayo de 2015. Fue la única ocasión de 39 intentos en que los astrónomos rusos fueron capaces de observarla y no alertaron a la comunidad SETI hasta ahora, más de un año después. Shostak explica que según los protocolos habituales, “si la señal parece tener un origen extraterrestre deliberada, una de las primeras cosas que hay que hacer es contactar con otros para tratar de confirmar las observaciones. Eso no se hizo en este caso”. En resumen, el astrónomo considera que, aunque existe la posibilidad de que la señal de radio provenga de una sociedad que intenta hablarnos, “hay muchas otras explicaciones plausibles [...], incluida la interferencia terrestre”.
Enviar la señal desde aquella estrella requiere una tecnología mucho más avanzada que la humana
Eric Korpela, astrónomo de la Universidad de Berkeley que colabora con SETI ha sido más cáustico hablando de lo sucedido. “Miré la presentación y no me impresionó”, ha afirmado en un foro de SETI@home>. “En uno de 39 de escaneos sobre la estrella apareció una señal unas 4,5 veces por encima del ruido medio [...]. Por supuesto, SETI@home ha visto millones de señales potenciales con características similares, pero hace falta más que eso para considerarla una buena candidata. Detecciones múltiples son un criterio mínimo”, ha aseverado. “En suma, es todo relativamente poco interesante desde el punto de vista de SETI”, ha concluido.
Después de este baño de escepticismo, se puede ceder al ansia de creer con un poco de control de la mano de Shostak, que plantea lo extraordinario de este intento de contacto en caso de que fuese real. Por un lado, si la señal partió desde aquel sistema estelar en todas las direcciones del cosmos, habría requerido una potencia de 1020 vatios, cientos de veces más energía que toda la recibida por la Tierra en un día. Eso significaría que la civilización de HD 164595 se encontraría en un estado de desarrollo tan avanzado que serían capaces de aprovechar toda la energía producida por su estrella.
Una segunda opción mencionada por Shostak es que la señal hubiese sido enfocada hacia el Sistema Solar. Incluso empleando una antena del tamaño del telescopio de Arecibo, serían necesarios más de un billón de vatios, comparable al consumo energético de toda la humanidad. Estos seres no requerirían una capacidad tecnológica tan descomunal como los anteriores, pero tendrían capacidades que los seres humanos no alcanzaremos en al menos dos siglos. “Ambas opciones requieren un esfuerzo muy superior al que nosotros podríamos hacer, y es difícil de comprender por qué alguien querría apuntar a nuestro sistema solar con una señal tan fuerte. Este sistema estelar está tan alejado, que no habrá ninguna señal de televisión o radar que les indicaría que estamos aquí”, reflexiona Shostak. Si lo hubiesen hecho, sería una señal inequívoca de que ellos también quieren creer.
El interés por estudiar los asteroides sigue creciendo. Y no sólo para intentar evitar que una de estas rocas impacte contra la Tierra. Algunas empresas han puesto sus ojos en los minerales que los asteroides parecen contener en grandes cantidades. Materiales que comienzan a escasear en nuestro planeta y que son muy demandados para fabricar dispositivos electrónicos.
De momento, no existe la tecnología necesaria para hacer minería de asteroides y aprovechar los recursos de estas rocas, un objetivo tan ambicioso como complejo, como demuestra la puesta en marcha de la misión Osiris-Rex que la NASA ha lanzado esta noche. Como estaba previsto, la nave, que pesa 2.110 kilogramos, ha sido lanzada desde Cabo Cañaveral (Florida) a bordo de un cohete Atlas V 411 a las 19.05 hora local (1.05 del viernes en España).
Esta nave espacial robótica viajará a un asteroide llamado Bennu con la misión de recoger entre 60 gramos y dos kilos de polvo y rocas de su superficie, y traerlos a la Tierra en una cápsula que aterrizará con ayuda de un paracaídas.
Los científicos de la agencia de EEUU quieren analizar muestras de un asteroide para investigar la formación de los planetas e intentar esclarecer cómo empezó la vida en la Tierra: «Queremos caracterizarlo en profundidad porque Bennu es uno de los cuerpos más antiguos del Sistema Solar. Encierra sus secretos mas básicos, quizás las moléculas que dieron origen a la vida en la Tierra», explica desde Cabo Cañaveral Adriana Ocampo, jefa del programa New Frontiers (Nuevas Fronteras) de la NASA que, además de Osiris-Rex, comprende las misiones New Horizons aPlutón y Juno a Júpiter.
Su composición ha sido una de las principales razones por las cuales se ha elegido a Bennu como destino de Osiris-Rex. «Pertenece a la familia de los asteroides troyanos. Los llamamos de tipo B y son los más primitivos. Son condritas carbonáceas. Creemos que asteroides como Bennu bombardearon la Tierra cuando era muy joven, hace miles de millones de años, sembrando la estructura para que surgiera la vida», señala la científica española en conversación telefónica. Los asteroides primitivos no han cambiado sustancialmente desde que se formaronhace unos 4.500 millones de años por lo que esperan encontrar en él moléculas orgánicas como las que pudieron conducir al desarrollo de la vida en la Tierra cuando chocaron contra nuestro planeta. «Es la primera vez que se va a extraer una muestra de un asteroide tan antiguo», subraya Ocampo.
Será también la primera vez que los estadounidenses intentan recoger muestras de un asteroide pero, a nivel mundial y desde el punto de vista de ingeniería, no se trata de una misión pionera. Los japoneses ya han puesto en marcha dos misiones parecidas con relativo éxito. La primera sonda, denominada Hayabusa (halcón peregrino), fue lanzada en el año 2003 rumbo al asteroide 25143 Itokawa. Pese a la acumulación de problemas técnicos y contratiempos durante el vuelo y su estancia en el asteroide, que limitaron su estudio, la sonda recogió algunas muestras del suelo y las trajo a la Tierra en una cápsula. Aunque parte del material estaba contaminado, los científicos nipones aseguraron que contenía también material original del asteroide. Fue la primera vez que se obtuvieron muestras de una de estas rocas.
En estos momentos, la sonda Hayabusa 2 viaja hacia 162173 Ryugu (antes llamado 1999 JU3), que al igual que Itokawa pertenecen al grupo de asteroides llamados Apolo. Su llegada está prevista para 2018 y se espera que traiga las muestras en 2020.
Osiris-Rex está a punto de comenzar una odisea similar. «Es un asteroide muy accesible porque cruza nuestro planeta cada seis años. Tiene una órbita circular muy parecida a la de la Tierra», señala la investigadora. «En septiembre de 2017 usaremos el impulso gravitacional de la Tierra para reorientar la trayectoria de la nave. Es una maniobra muy eficaz porque la mecánica celeste nos permite ahorrar combustible», relata.
Otra de las razones por las que se ha elegido este asteroide es su tamaño. «Mide 500 metros de diámetro, un tamaño muy bueno para que la sonda pueda acoplarse a él porque si fuera menor de 200 metros rotaría tan rápido que no podría mantenerse a la misma velocidad».
La llegada a Bennu está prevista para 2018. «En agosto de ese año la nave tendrá que insertarse en la órbita del asteroide para poder sobrevolarlo», añade. Pasará dos años examinando la roca con sus cinco instr
umentos para investigar sus características y elegir minuciosamente el lugar más interesante para tomar las muestras. «Nunca nadie ha ido allí, así que no tenemos un mapa ni sabemos cómo es», afirma.
Una vez haya seleccionado una zona propicia, recogerá con su brazo robótico muestras de su superficie y las enviará a la Tierra en una cápsula. «Tendrá cuatro intentos para recoger las muestras», detalla.
Si todo marcha según lo previsto, la cápsula llegará a la Tierra en septiembre de 2023 con lo que Dante Lauretta, investigador principal de la misión Osiris-Rex y científico de la Universidad de Arizona, describe como un «tesoro científico». Durante los dos años siguientes, las muestras serán analizadas en el laboratorio que la NASA tiene en Houston para analizar muestras extraterrestres.
Moverse con agilidad es la asignatura pendiente de los robots. La rigidez de circuitos y baterías restringe su libertad de movimientos, incluso aunque otras partes de su estructura sean flexibles. Los pulpos, por el contrario, ejecutan increíbles hazañas de fuerza y destreza al carecer de esqueleto interno. En estos animales se ha inspirado un grupo de la Universidad de Harvard (en Estados Unidos) para diseñar el octobot, que en español podría traducirse como robopulpo. Es el primer robot completamente flexible y autónomo, ya que no necesita estar unido a componentes externos para funcionar. Sin cables, sin baterías y sin circuitos impresos, sus desarrolladores aseguran que abrirá la puerta a una nueva generación de robots. De momento, su avance aparece publicado en la revistaNature.
El de Harvard es un pulpo neumático, es decir, se mueve por la acción de un gas sometido a presión que fluye por sus patas y las infla como si fueran un globo para que suban y bajen. En cierto sentido, es similar a algunas atracciones de feria. El gas se genera en grandes cantidades dentro del robot a partir del peróxido de hidrógeno -agua oxigenada- que utiliza como combustible, a través de una reacción química que se controla gracias a un circuito de microfluidos.
El principal escollo a la hora de fabricar robots flexibles o soft robots es reemplazar las piezas rígidas por otras que no lo sean pero "esta investigación demuestra que los componentes clave de un robot flexible y sencillo se pueden fabricar con facilidad", afirma Michael Wehner, uno de los autores del artículo. "Lo maravilloso del peróxido de hidrógeno es que una simple reacción química permite reemplazar las fuentes rígidas de energía", añade.
Para construirlo, los científicos han recurrido a diversas tecnologías como laimpresión 3D, litografía y el uso de moldes."Gracias a nuestro sistema híbrido de ensamblaje, fuimos capaces de imprimir en tres dimensiones cada componente funcional de una forma rápida", dice Jennifer A. Lewis, profesora en la Escuela John A. Paulson de Ingeniería y Ciencias Aplicadas de Harvard. Se espera que la simplicidad de este proceso invite a realizar diseños más complejos; en Harvard ya planean crear un pulpo capaz de arrastrarse, nadar e interaccionar con su entorno.