A 39 años luz de la Tierra, en la constelación de Acuario, hay una estrella enana, ultrafría y muy tenue llamada TRAPPIST-1. En nuestra galaxia hay millones y millones de estrellas de esta clase, denominadas enanas rojas o enanas M. Pero TRAPPIST-1 se ha convertido ya en una estrella muy especial a la que buena parte de los telescopios terrestres, sin duda, van a seguir apuntando. Y es que este astro es el corazón de un sistema solar repleto de planetas que parecen ser similares al nuestro.
Nada menos que siete mundos se han encontrado ya alrededor de esta estrella, todos ellos con tamaños parecidos al de la Tierra y ciertas características que, en principio, les permitirían tener agua líquida y, como consecuencia de ello, albergar algún tipo de vida. De estos siete planetas, tres son particularmente prometedores para ser considerados gemelos de la Tierra, pues están en la llamada zona habitable de su estrella y probablemente se trata de mundos rocosos. En nuestro sistema solar, la Tierra, Marte, Mercurio y Venus son los únicos planetas rocosos.
El extraordinario hallazgo ha sido anunciado este miércoles mediante la publicación simultánea del estudio en la revista Nature y en una rueda de prensa organizada por la NASA. Y es que nunca antes se había encontrado un sistema solar tan cercano con tantos planetas tan parecidos al nuestro. La búsqueda comenzó en los años 90, cuando se descubrieron los primeros planetas fuera de nuestro sistema solar (llamados exoplanetas o planetas extrasolares).
"Este descubrimiento podría ser una pieza significativa en el puzle que representa la búsqueda de entornos habitables, lugares que son propicios para la vida", ha declarado este miércoles Thomas Zurbuchen, uno de los responsables del Departamento de Misiones Científicas de la NASA, en Washington. Y es que según ha señalado Zurbuchen, "responder a la pregunta '¿estamos solos?' es una prioridad científica y encontrar tantos planetas como estos por primera vez en la zona habitable [de su estrella] es un paso extraordinario para conseguir ese objetivo".
Según detalla el equipo que firma el descubrimiento, liderado por Michaël Gillon, los planetas de este sistema solar han sido denominados TRAPPIST-1b, c, d, e, f, g y h, en orden creciente de distancia de su estrella.
El sistema de TRAPPIST-1 no ha sido descubierto ahora. En mayo de 2016 se anunció el hallazgo de tres planetas orbitando esta enana roja, cuya descripción se publicó también en la misma revista (los primeros fueron TRAPPIST-1 b, c y d). Las nuevas observaciones realizadas para investigar mejor esos mundos han permitido detectar otros cuatro planetas.
"Estamos ante una noticia muy importante porque parece un análogo del Sistema Solar, tres planetas rocosos cerca de la zona de habitabilidad de la estrella y probablemente planetas gigantes a mayor distancia, como en nuestro sistema solar. Y es, sin duda, el sistema planetario de este tipo más cercano a la Tierra", explica a este diario Bruno Merin, científico de la Agencia Espacial Europea (ESA), sin vinculación con este estudio.
"Se trata de un sistema planetario sorprendente, no sólo porque hayamos encontrado tantos planetas, sino porque son todos asombrosamente similares en tamaño a la Tierra", afirma Michaël Gillon, investigador del Instituto STAR en la Universidad de Lieja (Bélgica) y autor principal, en declaraciones recogidas por el Observatorio Europeo Austral (ESO), uno de los centros involucrados en el estudio, pues en la detección se utilizó su Very Large Telescope (VLT), en Paranal (Chile).
"El otro exoplaneta aún más cercano y posiblemente en la zona de habitabilidad es el que orbita la estrella Próxima Centauri, que está a tan sólo 4,2 años luz (comparada con los 39 años luz de ésta), pero sólo se conoce un planeta muy cerca de la estrella, no un sistema completo como éste", subraya Merin, que trabaja en el Centro de Astronomía Espacial (ESAC) de la ESA, en Villafranca del Castillo (Madrid).
El descubrimiento ha sido acogido por la comunidad científica con una mezcla de entusiasmo y de cautela. Y es que, como señala en conversación telefónica el astrofísico Pedro J. Amado, "aunque se trata de un hallazgo muy interesante, de momento sólo sabemos el radio de estos planetas, es decir, su tamaño, y una estimación de su masa, pero todavía no conocemos características muy importantes, como si tienen atmósfera o campo magnético. La masa no la sabemos, por lo que podrían ser de tipo rocoso o bien de tipo oceánico. En principio, los siete son mundos templados, ni demasiado fríos ni demasiado calientes, y podrían albergar agua líquida", señala Amado, uno de los descubridores del planeta Próxima b.
Los siete planetas descritos en este estudio han sido descubiertos mediante una técnica denominada de tránsito. "Se detectan mirando a la estrella y viendo las disminuciones de luz cuando los planetas pasan por delante. Es decir, cada planeta causa un pequeño eclipse en su estrella", señala Amado, responsable del grupo de estrellas de baja masa, exoplanetas e instrumentación del Instituto de Astrofísica de Andalucía (IAA-CSIC).
Precisamente Amado está estudiando la estrella TRAPPIST-1 con el instrumento CARMENES, un proyecto conjunto de España y Alemania en el Observatorio de Calar Alto, en Almería. Este buscador de planetas utiliza otra técnica, denominada de velocidad radial, que emplea espectroscopía de alta resolución y que les permitirá determinar la masa de estos planetas. Comenzaron a escrutar este astro cuando se encontraron los tres primeros planetas. "Como son estrellas tan frías, emiten en el infrarrojo y nosotros tenemos el único instrumento de infrarrojo para observarla", asegura.
Se trata de dos técnicas de detección de planetas extrasolares complementarias. "La del tránsito te da el radio, el tamaño del planeta, mientras que la de velocidad radial te puede dar la masa. Y si tienes la masa y el radio, puedes determinar su densidad y su composición", relata.
Las enanas rojas, dice Amado, son "muy abundantes. Representan en torno al 70 o 75% de estrellas de nuestra galaxia. Podríamos decir que tres de cada cuatro astros lo son". Debido a que son muy débiles y muy pequeñas, no se ven fácilmente. Comparada con nuestro sol, TRAPPIST-1 tiene sólo el 11% de su diámetro, el 8% de su masa y su color es mucho más rojo.
En el descubrimiento de este sistema solar también han estado involucrados el telescopio TRAPPIST-Sur, instalado en el Observatorio La Silla (Chile), y el telescopio espacial Spitzer de la NASA. "Se trata del resultado más emocionante que he visto en los 14 años de operaciones del Spitzer", señala Sean Carey, jefe del Centro de Control de este telescopio en el Instituto Caltech de la NASA que, en otoño de 2016, observó a esta estrella durante 500 horas seguidas.
Según señala Amado, podremos saber mucho más de estos mundos con el telescopio espacial James Webb. Este potente instrumento, cuyo lanzamiento (tras varios retrasos) está previsto para finales de 2018, tendrá mucha más sensibilidad y podrá detectar las huellas químicas que revelan la presencia de agua, metano, oxígeno, ozono y otros componentes de la atmósfera de un planeta. Asimismo, según ha explicado la NASA, el James Webb permitirá analizar las temperaturas de los planetas y la presión que hay en su superficie, factores que ayudarán a determinar si son mundos habitables.
De momento, son numerosas tanto las preguntas como las hipótesis sobre estos siete mundos. Del mismo modo que desde la Tierra siempre vemos la misma cara de la Luna, los científicos creen que estos planetas siempre muestran a su estrella el mismo lado, lo que significaría que en una zona siempre es de día o de noche. También supondría que su meteorología sería muy diferente a la de la Tierra, quizás con vientos muy fuertes y cambios de temperaturas extremas.
"Definitivamente, la vida es posible en estos mundos, aunque podría ser muy diferente debido a que probablemente hay niveles muy altos de radiación ultravioleta en sus superficies", ha declarado Lisa Kaltenegger, directora del Instituto Carl Sagan de la Universidad de Cornell.
"Es fantástico que haya tantos planetas en un solo sistema. Dado lo difícil que es encontrar un sistema tan cercano al Sol con tantos planetas, eso probablemente implica que estrellas de baja masa (Próxima Centauri está en ese grupo), tengan muchos planetas rocosos", apunta por su parte Guillem Anglada-Escudé, astrofísico en la Universidad Queen Mary de Londres y líder del equipo que descubrió el planeta Próxima b, el más cercano a la Tierra.
Según explica a EL MUNDO a través de un correo electrónico, siguen investigando Próxima b, un mundo potencialmente habitable que, debido a su relativa proximidad, podría ser en el futuro el objetivo de la misión de exploración no tripulada que propone el astrofísico británico Stephen Hawking. Sin embargo, con las tecnologías de propulsión actual, para recorrer los aproximadamente 4 años luz que nos separan de él serían necesarios unos 30.000 años. Hawking y el resto de los padres del proyecto Breakthrough Starshot confían en que en unas décadas se podría acortar ese viaje hasta los 30 años si se enviaran minúsculas naves, del tamaño de un chip de ordenador, a una velocidad de 60.000 kilómetros por segundo. Tecnología que todavía no está desarrollada.
"Estamos haciendo algunas medidas complementarias de Próxima b, pero volvemos a la carga en verano con una campaña de 100 noches seguidas. Sospechábamos que [la estrella] Próxima [Centauri] podía tener más planetas, y también vamos a empezar a hacer otras dos estrellas muy cercanas. Una de ellas, bastante conocida, es la Estrella de Barnard, está a 5,9 años luz, y es la siguiente estrella más allá de Alfa Centauri", explica el investigador español, elegido por la revista Nature como uno de los 10 mejores científicos del año.
El resultado de TRAPPIST-1, dice Anglada-Escudé, "no sólo confirma la sospecha, sino que hace bastante probable que encontremos alguno o algunos planetas más". El objetivo, añade, "es ir haciendo todas las estrellas del entorno solar inmediato".
El pasado lunes, en Tampa, Florida (EE. UU.), la empresa de mensajería UPS finalizó con éxito las pruebas de lo que espera podría ser un servicio de drones para entregas residenciales.
La prueba, realizada en asocio con Workhorse Group, consistió en lanzar desde el techo de un carro de entregas un dron que llevaba un paquete a una vivienda del área rural. Tras su misión, el aparato debía volver al vehículo, mientras el conductor entregaba un paquete diferente en otra vivienda.
La empresa ha sido enfática en decir que el dron no busca sustituir las funciones de los conductores de sus camiones. Agregó: “Lo que resulta emocionante es el potencial que tienen los drones de ayudar a los conductores en distintos puntos de las rutas, para ahorrarles tiempo y cumplir con las necesidades de atención al cliente que surgen debido al crecimiento del comercio en internet”.
El dron es un octocóptero (una aeronave con ocho rotores) de alta eficiencia, integrado a camiones de entregas eléctricos o híbridos. Su batería le da un tiempo de vuelo de 30 minutos y puede transportar un paquete de hasta 4 kilos y medio.
En la parte de debajo del vehículo aéreo hay una especie de jaula que encaja con una abertura en la parte superior del vehículo. El conductor pone un paquete en la jaula y presiona el comando en una pantalla táctil, indicando al dron la dirección predeterminada.
A diferencia de todas las pruebas realizadas anteriormente, la prueba más reciente de UPS con los drones demuestra cómo éstos podrían ayudar a realizar entregas residenciales que no demanden mucha urgencia como parte de las tareas cotidianas.
Por ahora, se estima que este servicio sea usado exclusivamente en áreas rurales. La compañía estima que si los drones le permiten reducir en apenas una milla la distancia que manejan sus conductores cada día, esto podría representar ahorros del orden de los 50 millones de dólares al año.
El emirato de Dubái, que aspira a hacer autónomo el 25 por ciento de su sistema de transporte de aquí a 2030, anunció este lunes que probó un prototipo de taxi-dron chino. También informó que se prepara para convertirse en un centro regional del constructor de automóviles eléctricos Tesla, uno de los pioneros del auto sin conductor.
El EHang 184, un vehículo aéreo autónomo del constructor chino EHang, fue probado en Dubái, anunció este lunes la Autoridad de carreteras y transportes (RTA) del emirato en un comunicado. Sin embargo, no se ha visto volar con personas en su interior.
El dron fue exhibido en el World Government Summit, un encuentro anual organizado en Dubái. Foto: AFP |
Este vehículo, una especie de taxi-dron, puede desplazarse de un punto a otro a 300 metros de altura respecto al suelo y a una velocidad de 100 km/h, de acuerdo a un recorrido ya programado, explicó RTA. Es suficiente con que el conductor seleccione su destino para que el vehículo despegue, vuele y lo deposite en el lugar elegido.
El movimiento del aparato estará coordinado por un centro de control y la RTA anunció su intención de introducir este sistema en Dubái a partir de julio próximo. Dotado de motores eléctricos, el aparato, capaz de transportar a una persona, puede recargarse en dos horas y tiene una autonomía de vuelo de casi 30 minutos.
Además, Elon Musk, el fundador de Tesla, constructor de automóviles eléctricos, en punta en lo que concierne al sistema de conducción automática, anunció la apertura de un centro régional en Dubái. Este anuncio fue realizado al margen del World Government Summit, un encuentro anual organizado en Dubái.
Se prevé que este nuevo sistema comience a funcionar en Dubái a partir de julio próximo. Foto AFP |
Este emirato, que ya ha probado vehículos autónomos, ambiciona contar con una cuarta parte de su sistema de transportes cubierto por medios automáticos de aquí a 2030, como lo subrayó la RTA este lunes.
AFP
Desde que el Apolo 17 levara anclas de nuestro satélite en 1972, el ser humano no ha vuelto a adentrarse en el espacio más allá de una región a la que llamamos LEO (Low Earth Orbit), la región de las órbitas bajas alrededor de la Tierra, de unos pocos cientos de kilómetros de altitud, a la que volaba el Transbordador Espacial o en la que se encuentra orbitando la Estación Espacial Internacional.
En la actualidad, la NASA está trabajando en el desarrollo de los elementos que serán necesarios en su día para poder enviar seres humanos más allá de las órbitas bajas de la Tierra y en un futuro a Marte. Dos de esos elementos son la nave Orión y el cohete SLS (Space Launch System) que, si todo va bien, harán su primer vuelo de prueba conjunto a finales del 2018 en una misión denominada EM-1 (Exploration Mission 1).
Orión ya realizó un primer vuelo de prueba no tripulado en diciembre de 2014 denominado EFT-1 (Exploration Flight Test 1), pero en aquella ocasión el lanzador no fue un SLS, sino un Delta IV Heavy. El EFT-1 fue un vuelo de corta duración, de 4 horas y media durante las que la nave voló en órbita alrededor de la Tierra en unas condiciones que condujeron a que realizara una reentrada de alta energía en la atmósfera. La EFT-1 fue una necesaria misión de prueba de gran éxito pero cuyo alcance fue mucho más limitado del que tendrá la próxima EM-1, mucho más ambiciosa.
La misión EM-1 no será tripulada (aunque en la actualidad se está estudiando la posibilidad para que lo pudiera ser) pero posee características bastante ambiciosas ya que tendrá a la Luna por destino; no para alunizar ya que no se dispone de un módulo de descenso a la Luna, pero sí para realizar una serie de maniobras y probar varios sistemas en el entorno del satélite a lo largo de un vuelo cuya duración será de varias semanas. Tal y como se plantea el programa Orión en la actualidad, se pretende, además, que EM-1 sea el único vuelo de prueba antes de la primera misión tripulada a bordo del sistema SLS-Orión, una misión denominada EM-2 y proyectada, en principio, para que tenga lugar pocos años después de EM-1.
Representación artística de la cápsula Orión unida al módulo de servicio. Fuente: NASA.
La nave Orión se asemeja en su forma a las cápsulas Apolo pero estará dotada de sistemas más modernos y será también de mayor tamaño, de forma que podrá albergar una tripulación de entre cuatro y seis tripulantes dependiendo del tipo de misión. En la arquitectura global del programa Orión, a esta nave también se la conoce como módulo de la tripulación (CM, Crew Module), y estará unida hasta momentos antes de la reentrada en la atmósfera de la Tierra a un módulo cilíndrico llamado módulo de servicio(SM, Service Module), el cual está siendo desarrollado principalmente por la Agencia Espacial Europea.
El módulo de servicio no es habitable pero contiene los sistemas de sustentación de vida que proveen de agua, aire y electricidad a la tripulación alojada en el CM además de los sistemas de propulsión necesarios para realizar diversas maniobras en el espacio. Al igual que sucedía en el programa Apolo, el CM y el SM también permanecerán unidos en el programa Orión durante todo el vuelo hasta momentos antes de que el CM afronte la reentrada en la atmósfera al final de la misión.
Representación artística del cohete SLS Block 1. Fuente: NASA/MSFC.
El SLS, por otra parte, será una familia de lanzadores con capacidad para enviar tripulación o cargamento en misiones de exploración más allá de las órbitas bajas de la Tierra y que serán comparables en capacidad a los poderosos cohetes Saturno V que posibilitaron la exploración humana de la Luna hace ya casi medio siglo.
El primer cohete SLS se corresponderá con la versión llamada SLS Block 1. Con casi 100 metros de altura y capaz de colocar 70 toneladas en órbita alrededor de la Tierra, el SLS Block 1 será el tipo de cohete empleado en la misión EM-1. Una futura versión de este cohete, llamada SLS Block 1B Crew (Tripulación) será el empleado en la misión tripulada EM-2. El SLS Block 1B Crew tendrá una altura de 111 metros y una capacidad para colocar 105 toneladas en órbita alrededor de la Tierra. Por otra parte, una futura versión para transportar cargamento al espacio y poder así ensamblar los elementos necesarios para una futura misión a Marte será el SLS Block 2, el cual será capaz de colocar hasta 130 toneladas en órbita alrededor de la Tierra.
Trabajo desde hace algún tiempo en el desarrollo de la nave Orión y en su misión proyectada en la actualidad, la EM-1, en concreto en el sistema de Guiado, Navegación y Control para la parte espacial (no atmosférica) y también en el segmento de operaciones de vuelo. A lo largo de todo este tiempo hasta que tenga lugar la EM-1, hablaré con cierta frecuencia sobre esta misión, sobre los hitos que se vayan cumpliendo en su preparación, y sobre Orión y el SLS. En esta ocasión, he querido hablar a modo introductorio sobre estos dos últimos elementos antes de pasar a describir su primera misión conjunta, la EM-1, en un próximo artículo.
No se sorprenda si en algún momento el Nobel de Medicina va a parar a Reinhard Jahn. Sus investigaciones en el campo de la neurociencia molecular ya le han valido a este neurocientífico y bioquímico alemán de 61 años un reconocimiento en la última edición de los Premios Balzan, considerados como la antesala de los galardones de la academia sueca y, de hecho, mejor dotados económicamente que éstos.
Jahn y su equipo han llevado a cabo estudios pioneros que les han permitido determinar el papel fundamental que una proteína juega en la comunicación entre las neuronas, en que se produzca la chispa eléctrica a través de la cual las células del sistema nervioso se transfieren datos. Si por ejemplo usted en este momento levanta los ojos de este artículo y mira a su alrededor, si es capaz de percibir su entorno, es gracias a las interconexiones entre sus neuronas, lo que se llama sinapsis. Y para que se produzcan esas interconexiones, para que haya sinapsis, son necesarias las proteínas identificadas por Jahn.